Después de entregar los resultados de una analítica normal me gusta despedirme de los pacientes con un mensaje de refuerzo positivo que no oculta mi propia satisfacción y que básicamente versa: Siga manteniendo la dieta saludable, haciendo ejercicio, durmiendo las horas necesarias y nútrase de buenas lecturas.
Esto último, lejos de ser un cariñoso deseo es, al igual que la prescripción de buenos hábitos dietéticos, de ejercicio y de sueño adecuados, una prescripción con un fundamento científico cada vez más sólido.
Como acostumbra a suceder, casi todo está inventado y el escritor y filósofo belga Luc Delannoy denomina neuroarte a la capacidad que tienen las expresiones creativas de interaccionar con el sistema neural y nervioso. La disciplina del neuroarte nos traslada de nuevo al concepto de integralidad entre sociología, filosofía, psicología… con las cuales gozamos, sin dominarlas del todo, en nuestro trabajo diario.
Estaríamos hablando de que se dispondría ya de comprobaciones científicas de, por ejemplo, la utilidad de la danza contemporánea para controlar los temblores en las personas que padecen Parkinson (Eahart GM, 2009) o de tal como describe Jessica McGreevy en el volúmen de febrero de 2016 de la revista Nursing Older People “la música y la danza son en algunos individuos tan útiles como los antipsicóticos en el tratamiento de los síntomas de la demencia.”
La Dra. Núria Estapé de la Sociedad Española de Neurociencia (SENC) cuenta cómo el cerebro humano puede compararse a “una esponja que absorbe información del entorno y crea circuitos”. Las llamadas “neuronas espejo”, son la base neuronal del aprendizaje por imitación y podrían explicar el modo en que se originan las expresiones del arte y las actividades humanas que se transmiten culturalmente.
The Human Brain Project, un proyecto de la Unión Europea en el que colaboran laboratorios e instituciones de todo el mundo y que en España lidera el profesor Javier de Felipe, neurobiólogo del Instituto Ramón y Cajal (CSIC) , está permitiendo conocer a través de la tecnología actualmente disponible como funciona el cerebro.
En el caso de la creación o la percepción de una obra de arte sea ésta música, pintura o literatura, disponemos de estudios con resonancia magnética funcional para ver qué partes del cerebro se activan más cuando se realiza una tarea como puede ser la de escuchar música.
Aunque por el momento estos estudios son poco específicos, podríamos decir que no existe un centro concreto de la belleza, son circuitos o conexiones que van de unas zonas a otras y que cuando se activan producen un goce intelectual, emerge algo. Cuando vemos una imagen, la información captada por la retina llega al tálamo y de ahí pasa a la corteza cerebral donde comienzan a producirse una serie de comunicaciones entre distintas zonas, el cerebro funciona como un todo cuando contemplas una obra de arte, posiblemente sea en esta realidad biológica donde radique el poder del neuorarte.
Delannoy creó en Nueva York su primer Instituto de Neuroarte, al que después se sumaron los de México y Chile, donde ha desarrollado varios programas formativos y preventivos de salud mental basados en la estimulación cognitiva y la rehabilitación neuropsicológica mediante el potencial terapéutico de las prácticas artísticas del neuroarte en hospitales y en residencias de ancianos.
Como vemos, las propuestas sobre música, danza, pintura en las que se basan las neuroartes son algo más concretas, tanto en contenidos como en el tipo de patología para las que pueden ser más útiles que la genérica, recomendación de la que presumía en el primer párrafo, pero sin duda los médicos de familia debemos estar abiertos a conocer, aceptar y facilitar que los pacientes que acuden a nosotros se beneficien de ellas.
Antes de cerrar este artículo me estoy preguntando si escuchar The Adventures of Rain Dance Maggie de los Red Hot Chili Peppers, podría ser un buen coadyuvante en la rehabilitación del ictus.
Jesús Pujol
Grupo de Trabajo de Neurología de la semFYC